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Bienvenido a este espacio dedicado a los poetas y a la poesía

lunes, 13 de diciembre de 2010

Jorge Guillén

Jorge Guillén, poeta y crítico literario español nacido en Valladolid en 1893. Estudió Filosofía y Letras en Madrid, aunque se licenció en Granada en 1913. Fue lector de español en La Sorbona entre 1917 y 1923 y Catedrático de Lengua y Literatura Españolas en Oxford. Durante la guerra civil estuvo preso, logrando salir de España en 1938 para establecerse en Estados Unidos.
Fue profesor de varias universidades americanas, especialmente en la Universidad de Harvard. Al morir Franco se estableció de nuevo en España donde obtuvo el premio Cervantes en 1976. Se le considera el principal representante de la poesía pura en España.
Falleció en Málaga en 1984


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El aire

Aire: nada, casi nada,
O con un ser muy secreto,
O sin materia tal vez,
Nada, casi nada: cielo.

Con sigilo se difunde,
Nadie puede ver su cuerpo.
He ahí su misma idea,
Aire claro, buen silencio.

Hasta el espíritu el aire,
Que es ya brisa, va ascendiendo
Mientras una claridad
Traspasa la brisa al vuelo.

Un frescor de transparencia
Se desliza como un témpano
De luz que fuese cristal
Adelgazándose en céfiro.

¡Qué celeste levedad,
Un aire apenas terreno,
Apenas una blancura
Donde lo más puro es cierto!

Aire noble que se otorga
Distancias, alejamientos.
Ocultando su belleza
No quiere parecer nuevo.

Aire que respiro a fondo,
De muchos soles muy denso,
Para mi avidez actual
Aire en que respiro tiempo.

Aquellos días de entonces
Vagan ahora disueltos
En este esplendor que impulsa
Lo más leve hacia lo eterno.

Muros ya cerca del campo
Guardan ocres con reflejos
De tardes enternecidas
En los altos del recuerdo.

¡Cómo yerra por la atmósfera
Su dulzura conduciendo
Los pasos y las palabras
Adonde van sin saberlo!

Algo cristalino en vías
Quizá de enamoramiento
Busca en una aura dorada
Sendas para el embeleso.

Respirando, respirando
Tanto a mis anchas entiendo
Que gozó del paraíso
Más embriagador: el nuestro.

Y la vida, sin cesar
Humildemente valiendo,
Callada va por el aire,
Es aire, simple portento.

Vida, vida, nada más
Este soplo que da aliento,
Aliento con una fe:
Sí, lo extraordinario es esto.

Esto: la luz en el aire,
Y con el aire un anhelo.
¡Anhelo de trasparencia,
Sumo bien! Respiro, creo.

Más allá del soliloquio,
Todo mi amor dirigiendo
Se abalanzan los balcones
Al aire del universo.

¡Balcones como vigías
Hasta de los más extremos
Puntos que la tarde ofrece
Posibles, amarillentos!

Mis ojos van abarcando
La ordenación de lo inmenso.
Me la entrega el panorama,
Profundo cristal de espejo.

Entre el chopo y la ribera,
Entre el río y el remero
Sirve, transición de gris,
Un aire que nunca es término.

¡Márgenes de la hermosura!
A través de su despejo,
El tropel de pormenores
No es tropel. ¡Qué bien sujeto!

Profundizando en el aire
No están solos, están dentro
Los jardinillos, las verjas,
Las esquinas, los aleros...

En el contorno del límite
Se complacen los objetos,
Y su propia desnudez
Los redondea: son ellos.

¡Islote primaveral,
Tan verdes los grises! Fresnos,
Aguzando sus ramillas,
Tienden un aire más tierno.

El soto. La fronda. Límpidos,
Son esos huecos aéreos
Quienes mejor me serenan,
Si a contemplarlos acierto.

Feliz el afán, se colma
La tensión de un día pleno.
Volúmenes de follajes
Alzan un solo sosiego.

Torres se doran amigas
De las mieses y los cerros,
Y entre la luz y las piedras
Hay retozos de aleteos.

En bandadas remontándose
Juegan los pájaros. Vedlos.
Todos van, retornan, giran,
Contribuyen al gran juego.

¡Juego tal vez de una fuerza
No muy solemne, tanteo
De formas que sí consiguen
La perfección del momento!

Esta perfección, tan viva
Que se extiende al centelleo
Más distante, me presenta
Como una red cuanto espero.

¡Aquel desgarrón de sol!
Arden nubes y no lejos.
Mientras, sin saber por qué,
Se ilumina mi deseo.

Arbolados horizontes
-Verdor imperecedero-
Dan sus cimas al dominio
Celeste, gloria en efecto.

Gloria de blancos y azules
Purísimos, violentos,
Algazaras de celajes
Que anuncian dioses y fuegos.

La realidad, por de pronto,
Sobrepasa anuncio y sueño
Bajo el aire, por el aire
Ceñido de firmamento.

El aire claro es quien sueña
Mejor. ¡Soñar de misterio!
Con su creación el aire
Me cerca. ¡Divino cerco!

A una creación continua
-Soy del aire- me someto.
¡Aire en transparencia! Sea
Su señorío supremo.

Jorge Guillén




Amor dormido

Dormías, los brazos me tendiste y por sorpresa
rodeaste mi insomnio. ¿Apartabas así
la noche desvelada, bajo la luna presa?
tu soñar me envolvía, soñado me sentí.

Jorge Guillén
Pintura de Baldassare Franceschini







Cima de la delicia

¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro.
Se cierne lo inmediato
resuelto en lejanía.

¡Hueste de esbeltas fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
en el espacio airoso,
henchido de presencia!

El mundo tiene cándida
profundidad de espejo.
Las más claras distancias
sueñan lo verdadero.

¡Dulzura de los años
irreparables! ¡Bodas
tardías con la historia
que desamé a diario!

Mas, todavía más.
Hacia el sol, en volandas
la plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé cantar!

Jorge Guillén



Desnudo

Blancos, rosas... Azules casi en veta,
dos, mentales.
Puntos de luz latente dan señales
de una sombra secreta.
Pero el color, infiel a la penumbra,
se consolida en masa.
Yacente en el verano de la casa,
una forma se alumbra.
Claridad aguzada entre perfiles,
de tan puros tranquilos
que cortan y aniquilan con sus filos
las confusiones viles.
Desnuda está la carne. Su evidencia
se resuelve en reposo.
Monotonía justa: prodigioso
colmo de la presencia.
¡Plenitud inmediata, sin ambiente,
del cuerpo femenino!
Ningún primor: ni voz ni flor. ¿Destino?
Oh absoluto presente!

Jorge Guillén





Dominio del recuerdo

Un recuerdo -pasado deleitoso-
me ataca y se apodera
tanto de mí que interna primavera
me somete a su acoso.

Aquel amor aun vibra
bajo el impulso de una imagen, mero
fantasma. Pido, quiero.
un imán se me impone fibra a fibra.

El espíritu invade mi existencia
con poder soberano.
Espíritu ya es cuerpo. ¿Quién presencia
tal fusión, tal arcano?

Amor, que fue tan fuerte
durante aquel minuto fenecido,
saliendo de su nido
mental en sensación se me convierte.

Mi memoria ya es carne, ya un placer
-soñado- resucita,
ya la verdad de mi vivir da cita.
¿Alma, cuerpo ? Mi ser.

Jorge Guillén




Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes...

Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.

Te siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.

La delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.

Sumido en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.

Jorge Guillén





El mar es un olvido...

El mar es un olvido,
una canción, un labio;
el mar es un amante,
fiel respuesta al deseo.

Es como un ruiseñor,
y sus aguas son plumas,
impulsos que levantan
a las frías estrellas.

Sus caricias son sueños,
entreabren la muerte,
son lunas accesibles,
son la vida más alta.

Sobre espaldas oscuras
las olas van gozando.

Jorge Guillén

lunes, 22 de noviembre de 2010

Sor Juana Inés de la Cruz





















Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;

si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para prentendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues como ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?

Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?

¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.


(En el retrato Inés de la Cruz a la edad de quince años)

















DETENTE SOMBRA
Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

Sor Juana Inés de la Cruz

















Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá prodréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.

El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que esta alegre se burla
de ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado.

Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta,
sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa
sólo es digno el mundo vario;
y otro, que sus infortunios
son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba
y razón en qué fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces;
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.

Pues, si no hay quien lo sentencie,
¿por qué pensáis, vos, errado,
que os cometió Dios a vos
la decisión de los casos?

O ¿por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?

El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.

Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.

También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuando menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.

Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quita la sustancia al fruto
la locura de los ramos.

Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.

En amenidad inútil,
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño,
que ostente flores el mayo?

¿De qué sirve al ingenio
el producir muchos partos,
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?

Y a esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,
si no muerto, lastimado.

El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.

Es de su propio Señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.

Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los ojos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.

¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.

Sor Juana Inés de la Cruz
















ESTOS VERSOS LECTOR MÍO
Estos versos, lector mío,
que a tu deleite consagro,
y sólo tienen de buenos
conocer yo que son malos,
ni disputártelos quiero,
ni quiero recomendarlos,
porque eso fuera querer
hacer de ellos mucho caso.

No agradecido te busco:
pues no debes, bien mirado,
estimar lo que yo nunca
juzgué que fuera a tus manos.
En tu libertad te pongo,
si quisieres censurarlos;
pues de que, al cabo, te estás
en ella, estoy muy al cabo.

No hay cosa más libre que
el entendimiento humano;
pues lo que Dios no violenta,
por qué yo he de violentarlo?

Di cuanto quisieres de ellos,
que, cuanto más inhumano
me los mordieres, entonces
me quedas más obligado,
pues le debes a mi musa
el más sazonado plato
(que es el murmurar), según
un adagio cortesano.
Y siempre te sirvo, pues,
o te agrado, o no te agrado:
si te agrado, te diviertes;
murmuras, si no te cuadro.

Bien pudiera yo decirte
por disculpa, que no ha dado
lugar para corregirlos
la priesa de los traslados;
que van de diversas letras,
y que algunos, de muchachos,
matan de suerte el sentido
que es cadáver el vocablo;
y que, cuando los he hecho,
ha sido en el corto espacio
que ferian al ocio las
precisiones de mi estado;
que tengo poca salud
y continuos embarazos,
tales, que aun diciendo esto,
llevo la pluma trotando.

Pero todo eso no sirve,
pues pensarás que me jacto
de que quizá fueran buenos
a haberlos hecho despacio;
y no quiero que tal creas,
sino sólo que es el darlos
a la luz, tan sólo por
obedecer un mandato.

Esto es, si gustas creerlo,
que sobre eso no me mato,
pues al cabo harás lo que
se te pusiere en los cascos.
Y adiós, que esto no es más de
darte la muestra del paño:
si no te agrada la pieza,
no desenvuelvas el fardo.

Sor Juana Inés de la Cruz


















YA QUE PARA DESPEDIRME
Ya que para despedirme,
dulce idolatrado dueño,
ni me da licencia el llanto
ni me da lugar el tiempo,

háblente los tristes rasgos,
entre lastimosos ecos,
de mi triste pluma, nunca
con más justa causa negros.

Y aun ésta te hablará torpe
con las lágrimas que vierto,
porque va borrando el agua
lo que va dictando el fuego.

Hablar me impiden mis ojos;
y es que se anticipan ellos,
viendo lo que he de decirte,
a decírtelo primero.

Oye la elocuencia muda
que hay en mi dolor, sirviendo
los suspiros, de palabras,
las lágrimas, de conceptos.

Mira la fiera borrasca
que pasa en el mar del pecho,
donde zozobran, turbados,
mis confusos pensamientos.

Mira cómo ya el vivir
me sirve de afán grosero;
que se avergüenza la vida
de durarme tanto tiempo.

Mira la muerte, que esquiva
huye porque la deseo;
que aun la muerte, si es buscada,
se quiere subir de precio.

Mira cómo el cuerpo amante,
rendido a tanto tormento,
siendo en lo demás cadáver,
sólo en el sentir es cuerpo.

Mira cómo el alma misma
aun teme, en su ser exento,
que quiera el dolor violar
la inmunidad de lo eterno.

En lágrimas y suspiros
alma y corazón a un tiempo,
aquél se convierte en agua,
y ésta se resuelve en viento.

Ya no me sirve de vida
esta vida que poseo,
sino de condición sola
necesaria al sentimiento.

Mas, por qué gasto razones
en contar mi pena y dejo
de decir lo que es preciso,
por decir lo que estás viendo?

En fin, te vas, ay de mi!
Dudosamente lo pienso:
pues si es verdad, no estoy viva,
y si viva, no lo creo.

Posible es que ha de haber día
tan infausto, funesto,
en que sin ver yo las tuyas
esparza sus luces Febo?

Posible es que ha de llegar
el rigor a tan severo,
que no ha de darle tu vista
a mis pesares aliento?

Ay, mi bien, ay prenda mía,
dulce fin de mis deseos!
Por qué me llevas el alma,
dejándome el sentimiento?

Mira que es contradicción
que no cabe en un sujeto,
tanta muerte en una vida,
tanto dolor en un muerto.

Mas ya que es preciso, ay triste!,
en mi infeliz suceso,
ni vivir con la esperanza,
ni morir con el tormento,

dame algún consuelo tú
en el dolor que padezco;
y quien en el suyo muere,
viva siquiera en tu pecho.

No te olvides que te adoro,
y sírvante de recuerdo
las finezas que me debes,
si no las prendas que tengo.

Acuérdate que mi amor,
haciendo gala de riesgo,
sólo por atropellarlo
se alegraba de tenerlo.

Y si mi amor no es bastante,
el tuyo mismo te acuerdo,
que no es poco empeño haber
empezado ya en empeño.

Acuérdate, señor mío,
de tus nobles juramentos;
y lo que juró la boca
no lo desmientan tus hechos.

Y perdona si en temer
mi agravio, mi bien, te ofendo,
que no es dolor, el dolor
que se contiene atento.

Y adiós; que con el ahogo
que me embarga los alientos,
ni sé ya lo que te digo
ni lo que te escribo leo.

















En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?

En perseguirme, Mundo, ¿qué interesas?
¿En qué te ofendo, cuando sólo intento
poner bellezas en mi entendimiento
y no mi entendimiento en las bellezas?
Yo no estimo tesoros ni riquezas;
y así, siempre me causa más contento
poner riquezas en mi pensamiento
que no mi pensamiento en las riquezas.
Y no estimo hermosura que, vencida,
es despojo civil de las edades,
ni riqueza me agrada fementida,
teniendo por mejor, en mis verdades,
consumir vanidades de la vida
que consumir la vida en vanidades.

Sor Juana Inés de la Cruz

















Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.

Sor Juana Inés de la Cruz




















Este amoroso tormento
que en mi corazón se ve
sé que lo siento, y no sé
la causa porque lo siento.

Siento una grave agonía
por lograr un devaneo,
que empieza como deseo
y para en melancolía.

Y cuan con más terneza
mi infeliz estado lloro,
sé que estoy triste e ignoro
la causa de mi tristeza.

Siento un anhelo tirano
por la ocasión a que aspiro,
y cuando cerca lo miro
yo mismo aparto la mano.

porque, si acaso se ofrece,
después de tanto desvelo,
la desazona el recelo
o el susto la desvanece.

Y si alguna sin susto
consigo tal posesión,
que cualquier leve ocasión
me malogra todo el gusto,

Siento mal del mismo bien
con receloso temor,
y me obliga el mismo amor
tal vez a mostrar desdén.

Cualquier leve ocasión labra
en mi pecho, de manera,
que el que imposibles venciera
se irrita de una palabra.

Con poca causa ofendida,
suelo, en mitad de mi amor,
negar un leve favor
a quien le diera la vida.

Ya sufrida, ya irritada,
con contrarias penas lucho,
que por él sufriré mucho
y con él sufriré nada.

No sé en que lógica cabe
el que tal cuestión se pruebe,
que por él lo grave es leve,
y con él lo leve es grave.

Sin bastantes fundamentos
forman mis tristes cuidados,
de conceptos engañados,
un monte de sentimientos;

y en aquel fiero conjunto
hallo, cuando se derriba,
que aquella máquina altiva
sólo estribaba en un punto.

Tal vez el dolor me engaña
y presumo, sin razón,
que no habrá satisfacción
que pueda templar mi saña;

y cuando a averiguar llego
el agravio porque riño,
es como espanto de niño
que para en burlas y juego.

Y aunque el desengaño toco,
con la misma pena lucho,
de ver que padezco mucho
padeciendo por tan poco.

A vengarse se abalanza
tal vez el alma ofendida;
y después arrepentida,
toma de mí otra venganza.

Y si al desdén satisfago,
es con tan ambiguo error,
que yo pienso que es rigor
y se remata en halago.

Hasta el labio desatento
suele, equívoco, tal vez,
por usar de la altivez
encontrar el rendimiento.

Cuando por soñada culpa
con más enojo me incito,
yo le acrimino el delito
y le busco la disculpa.

No huyo el mal ni busco el bien,
porque, en mi confuso error,
ni me asegura el amor
ni me despecha el desdén.

En mi ciego devaneo,
bien hallada contra mi engaño,
solicito el desengaño
y no encontrarlo deseo.

Si alguno mis quejas oye,
más a decirlas me obliga
porque me las contradiga,
que no porque las apoye.

Porque si con la pasión
algo contra mi amor digo,
es mi mayor enemigo
quien me concede la razón.

Y si acaso en mi provecho
hallo la razón propicia,
me embaraza la justicia
y ando cediendo el derecho.

nunca hallo gusto cumplido,
porque, entre alivio y dolor,
hallo culpa en el amor
y disculpa en el olvido.

estro de mi pena dura
es algo del dolor fiero;
y mucho más no refiero
porque pasa de locura.

Si acaso me contradigo
en este confuso error,
aquél que tuviere amor
entenderá lo que digo.

Sor Juana Inés de la Cruz
















Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.

Sor Juana Inés de la Cruz
















Incendio

Afuera, afuera, ansias mías;
no el respeto os embarace:
que es lisonja de la pena
perder el miedo a los males.

Salgan signos a la boca
de lo que el corazón arde,
que nadie, nadie creerá el incendio
si el humo no da señales.

El que su cuidado estima,
sus sentimientos no calle;
que no es muy valiente el preso
que no quebranta la cárcel.

Afuera, afuera ansias mías;
no el respeto os embarace:
que nadie, nadie creerá el incendio
si el humo no da señales.

Salgan signos a la boca
de lo que el corazón arde,
que no es muy valiente el preso
que no quebranta la cárcel.

Sor Juana Inés de la Cruz


















Miró Celia una rosa que en el prado
ostentaba feliz la pompa vana
y con afeites de carmín y grana
bañaba alegre el rostro delicado;

y dijo: "Goza, sin temor del Hado,
el curso breve de tu edad lozana,
pues no podrá la muerte de mañana
quitarte lo que hubieres hoy gozado;

y aunque llega la muerte presurosa
y tu fragante vida se te aleja,
no sientas el morir tan bella y moza:

mira que la experiencia te aconseja
que es fortuna morirte siendo hermosa
y no ver el ultraje de ser vieja."

Sor Juana Inés de la Cruz





















Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte,
y muchos sí sé qué para olvidarte.

Pues ni quieres dejarte ni enmendarte,
yo templaré mi corazón de suerte
que la mitad se incline a aborrecerte,
aunque la otra mitad se incline a amarte;

si ello es fuerza querernos, haya modo,
que es morir el estar siempre riñendo:
no se hable más en celo ni en sospecha.

Sor Juana Inés de la Cruz

domingo, 14 de noviembre de 2010

Augusto Casola


Augusto Casola (Asunción, 1944) Poeta y narrador, es miembro del PEN Club del Paraguay desde 1973. Ocupó los cargos de Tesorero, Secretario General y actualmente se desempeña como Presidente del club. Es además socio fundador de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP).
Fue jurado de varios concursos y sus trabajos literarios integran varias antologías nacionales e internacionales.

Obras publicadas:

El laberinto (novela, 1972. 1er. Premio concurso PEN Club de Paraguay y Cámara Paraguaya del Libro)
27 Silencios (poesía, 1975)
La catedral sumergida (cuentos, 1984)
Tierra de nadie - ninguém (novela, 2000)
Segundo horror (novela, 2001. 1er. Premio "Roque Gaona 2001")
Tiempo (poesía, 2002)
Masonería y profanidad (ensayos breves, 2005)
Firracas y pandorgas (cuentos, 2006)
Este pedazo de tierra mio (poesía, 2010)

Tiene algunos cuentos premiados como EL PADRE DEL LUISÓN (Instituto Nacional del Libro Español, INLE, 1972); TODAS LAS MUJERES, ELVIRA (Mención Cooperativa Universitaria, 1986); LA PRINCESA (Primer Premio Cooperativa Universitaria, 1992); EL MUERTO (Primera Mención del 4º concurso del Club Centenario, 1994); EL TERCER DÍA (Primer Premio del 13er. Concurso de Cuentos del Club Centenario, 2007).

Información obtenida de portalguarani.com.

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Tras el suspiro
tu extraña presencia
toda sombras sin mariposas
y violetas
dormidas entre tus manos
hechas de surcos y gemidos
y ramillas de ilusión
que adornan tus lívidas mejillas
y el mármol de tu frente dolorida
Tu extraña presencia inmóvil
sin aleteo de aves migratorias
Tu extraña presencia inmóvil
sin lágrimas del próximo rocío

Augusto Casola del poemario 27 silencios



















SILENCIO Y AUSENCIA

Eres el silencio de la ausencia
quebrado el sello
de secretos
que arpegian en el llanto
su cantar de desencuentros.

Allí riela el plenilunio umbrío
su bullicio mudo
de niños en juegos inocentes
y amantes furtivos en busca
de penumbras cómplices.

Cosas viejas todas ellas
y sin embargo
vigentes al día siguiente
de haberte vuelto silencio,
y ausencia y dolor y cuna de penas.

Augusto Casola del poemario Ese pedazo de tierra mio

























UN SITIO LEJANO Y SIN RECUERDO

Quiero visitar un sitio ajeno
donde no puedan ya alcanzarme
los recuerdos;
un solar sin risas ni tristezas,
de sombras silentes en abrazo,
de paz calmosa
y de olvido.

Lo imagino vergel de nada
en su extática hermosura
de silencios pleno y atardecida aurora,
tiempo extraviado, tímidas penumbras
luces adensadas en hondo aliento
apaciguadas.

Entonces me susurra una voz queda:
el sitio existe, ese es mi reino,
mío solo y soy yo la Muerte,
su señora.

Augusto Casola del poemario Ese pedazo de tierra mio


















Sola:
cuando naciste estabas sola,
y ahora -muerta-
vuelves a estar sola.

El camino de enfrente es desolado,
con la sorda desolación
de la lluvia de verano,
con el monocorde chorrear
de canaletas,
y el melancólico sonido
de techos de zinc.

Estás sola.
Tras el próximo invierno.
Aun antes del otoño que no llegó,
dejaste atrás la primavera
prendida a las violetas
y el verano
pasó cerca
y tú, sola,
sola entre el silencio largo.
Sola.

En la avenida desnuda
de cipreses llorones,
estás sola.

Augusto Casola del poemario 27 silencios



















Cómo amabas las violetas,
el trébol de cuatro hojas que nunca hallaste
y el jazmín
Cómo vivo tu presencia
ahora que no vives
y estás conmigo
ahora que no estás
Cómo me abrazo a los recuerdos
y tu sombra de recuerdos
ne abraza con sus besos
y ¡cómo siento los besos que me dabas!
y ¡cómo siento los besos que no di!

Augusto Casola del poemario 27 silencios
















Me convertí en el silencioso abismo
de mi nombre.

No me faltan conocidos
que me conocen
de antes
de caer al pozo
que habito ahora
profundo y tachonado
de paredes frías
y musgoso desconsuelo.

Soy el silencioso abismo
de mi nombre
que despertó tu ausencia
en nuestra soledad inédita.

Y antes ¿dónde estabas?
Y yo ¿por qué no te veía?

Augusto Casola del poemario Ese pedazo de tierra mio















¡Cómo brilla en tus ojos
el brillo de tu casi niñez!
¡Cómo sumerjo en ellos
-azulceleste iridiscente-
mis años saturados de gris!
y salgo envuelto
en azulceleste...

Augusto Casola del poemario 27 silencios

viernes, 12 de noviembre de 2010

Carlos Edmundo de Ory


Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, España, 27 de abril de 1923 – Thézy-Glimont, Francia, 11 de noviembre de 20101 ) fue un poeta, ensayista, epigramista y traductor español, hijo del poeta modernista Eduardo de Ory.

Su obra más personal se produce tras su traslado a Madrid en 1942 desde su Cádiz natal. Allí, junto Eduardo Chicharro Briones y Silvano Sernesi, funda el Postismo. Una selección de poemas de esta época aparece en 1945 con el título de Versos de pronto.

En 1951 se inicia una nueva etapa en su poesía con la publicación del manifiesto introrrealista. En él aboga por la creación de un arte que sea manifestación de la realidad interna del hombre, expresado en un lenguaje que ha de surgir como invención a partir de misteriosos estados de conciencia. En 1955 se traslada a Francia. En 1968 crea el APO (Atelier de Poésie Ouverte). Se inicia entonces una tercera etapa, en la que la labor poética es entendida como creación colectiva.

También escribió varios libros de relatos en prosa recogidos en 2001 con el nombre de "Cuentos sin hadas" y la novela Mephiboseph en Onou.

Como él mismo dijo a raíz de la publicación de su antología Música de lobo (2003), su obra tiene dos temas principales:
Lo único que me fascina es el amor y el dolor. Como hombre, he de decir que todo se resume en eso, en el amor a los seres humanos afines, a la naturaleza, a la música, a la poesía; y en el dolor de la visión que revelan los versos de Alfonsina Storni: «Muchedumbre de color, / millones de circuncisos, / casas de cincuenta pisos / y dolor, dolor, dolor...». Porque van pasando los años y cuando se llega a mi edad se lleva con gran peso una cartilla cada vez más amplia de muertos muy queridos.

Hay que notar que de Ory atribuyó equivocadamente la cita a Alfonsina Storni. En realidad se trata de un poema de Rubén Darío que refleja sus impresiones de la ciudad de Nueva York y que reza así: "Casas de cincuenta pisos, servidumbre de color, millones de circuncisos, máquinas, diarios, avisos ¡y dolor, dolor, dolor!

En el año 2006 recibe el Título Honorífico de "Hijo Predilecto de Andalucía", concedido por la Junta de Andalucía.

El 6 de noviembre de 2007 deja un mensaje en la Caja de las Letras en el Instituto Cervantes que no se abrirá hasta el 2022.

Murió de leucemia el 11 de noviembre de 2010 en Thézy-Glimont, Francia, donde residía, a la edad de 87 años.

Obras:

Música de Lobo 2003
Los sonetos 1963
Esa joya absoluta que es Poesía 1945-1969
Técnica y llanto
Lee sin temor
Aerolitos
La flauta prohibida
Metanoia
Energeia
Soneto vivo
Melos melancolía
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A ti la que me inspira obedezco y deseo...

A ti la que me inspira obedezco y deseo
a tu invisible huir y tu errante venir
hacia la honda cuna del ritmo tú me llamas
trayéndome la concha de la profundidad.

Son sin fin son sin fin los diluvios caídos
corazones que a tiempo probaron su fragancia
aquí están todavía las palabras perdidas
y yo compongo un verso de saber y perdón.

Carlos Edmundo de Ory

















Amo a una mujer de larga cabellera...

Amo a una mujer de larga cabellera
como en un lago me hundo en su rostro suave
en su vientre mi frente boga con lentitud
palpo muerdo acaricio volúmenes sedosos
Registro cavidades me esponjo de su zumo
mujer pantano mío araña tenebrosa
laberinto infinito tambor palacio extraño
eres mi hermana única de olvido y abandono
tus pechos y tus nalgas de dobles montes gemelos
me brindan la blancura de paloma gigante
el amor que nos damos es de noche en la noche
en rotundas crudezas la cama nos reúne
se levantan columnas de olor y de respiros

Trituro masco sorbo me despeño
el deseo florece entre tumbas abiertas
tumbas de besos bocas o moluscos
estoy volando enfermo de venenos
reinando en tus membranas errante y enviciado
nada termina nada empieza todo es triunfo
de la ternura custodiada de silencio
El pensamiento ha huido de nosotros
Se juntan nuestras manos como piedras felices
Está la mente quieta como inmóvil palmípedo
las horas se derriten los minutos se agotan
no existe nada más que agonía y placer

Placer tu cara no habla sino que va a caballo
sobre un mundo de nubes en la cueva del ser
Somos mudos no estamos en la vida ridícula
Hemos llegado a ser terribles y divinos
Fabricantes secretos de miel en abundancia
Se oyen los gemidos de la carne incansable
En un instante oí la mitad de mi nombre
saliendo repentino e tus dientes unidos
En la luz puede ver la expresión de tu faz
que parecías otra mujer en aquel éxtasis

La oscuridad me pone furioso no te veo
No encuentro tu cabeza y no sé lo que toco
Cuatro manos se van con sus dueño dormidos
y lejos de ellas vagan también los cuatro pies
Ya no hay dueños no hay más que suspenso y vacío
El barco del placer encalla en alta mar
¿Dónde estás? ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Quién eres?

Para siempre abandono este interrogatorio
Ebrio hechizado loco a las puertas del morbo
grandiosa la pasión espero el turno fálico

De nuevo en una habitación estamos juntos
Desnudos estupendos cómplices de la Muerte.

Carlos Edmundo de Ory



















Cuadro de mi alma

Ata siempre que puedas la gran oscuridad
a esta pequeña luz de acuario. Y si resbala
moja tus labios de muriente oro
que un vasto astro cansa. ¿Qué más quieres
¡oh asomado! si medras entre manchas
hacia las gemas de los muertos?

¡Valgo más que en el limbo! Ladina luna,
sin excepción tu lumbre arde en mi espalda.
¿Qué otra mentira urde un fuego enhiesto
desde mis pies que lisonjea el mundo?
¿Y hasta dónde ese fuego amarillento?

Siga, siga la arena cansándome este vicio
de huir del instrumento de la mente.
No se detiene este sabor de antro.
¿Qué se han hecho los altos abuelos de la dicha?
Eternamente irradia un son de vida.

Me abandonan los hechos sobre el desierto pico
de una roca no exenta de materia. Felices
los sabios peces cerca de nosotros.

Sienta bien a mi alma el mar eterno.
¡Y tú no ves la actividad creciente de estas nube!
Entúrbianme los ojos las tristes lejanías.
Aquí estoy. Un vigoroso espíritu me invita.
La zozobra me impulsa a la quietud
y el orbe oscuro rehabilita mi ánimo.

¡Pasión, cruza los brazos! Está trtanquilo.
Los eminentes coros me rodean.
Un eje invicto mi presencia guía.
¡No te mueva ni aun la salvación!

De "Poemas"

Carlos Edmundo de Ory


















Dame

Dame algo más que silencio o dulzura
Algo que tengas y no sepas
No quiero regalos exquisitos
Dame una piedra

No te quedes quieto mirándome
como si quisieras decirme
que hay demasiadas cosas mudas
debajo de lo que se dice

Dame algo lento y delgado
como un cuchillo por la espalda
Y si no tienes nada que darme
¡dame todo lo que te falta!

Carlos Edmundo de Ory



















Solveig

I
Mi hija es una hoja de nieve
desde los pies a la cabeza
En Delfos se me dijo por la Pitia
que iba a ser mío un blondo bebé
y no un cachorro como engendro oscuro

Pues yo no soy ni perro ni elefante
sino animal con alas y sueño
animal que espera el mañana
y lava el mundo con la luna
que me cayó en la mano

El suelo de mi casa está limpio
como el cabello de mi esposa
Con ella subí a una torre
por las escalas de la luna
y a ti te dimos nombre

Nacer es ya un principio del fin
Y a ti te dimos nombre

II
Abuela de los pétalos
ya tiene un año de aire
habla canta y se divierte
y nos columpia el alma
Querube de abolengo eres
y eres vida día y noche
Cada pestañeo tuyo
es como un pez que crece
¿Quién soy yo que me prestan
los ángeles sus muñecas?

Plomo en los pies quiero ponerte
cuando me vaya al país natal
donde no hay rastro del polvo
para que no te corra sin mi ira
el huracán del mundo

III
Mi niña es tallo
la flor de la superación
Mi niña es levadura
Ella también es yema
y sobre todo llama o fuego del cielo
Nada temas padre cantor
ella es ella es lo que es
ángel continuo y de raíz
y carne desnuda de viento ligero
Dulce algodón visible y muscular
pirámide de molécula
que a la fuerza interviene y se sitúa
desde los brazos de su madre
-mi esposa llena de cucharas limpias-
en la úlcera del mundo
El mundo can que aúlla catástrofe
ciego en los arrecifes
cojo entre los escollos
la cola entre las piernas

IV
Nada temas Solveig pasa
la pluma de su mano por tu temblor paterno
Ese peso de lágrimas y de risa
llena el saco de nuestra vida

Ya trota y huella la tierra
Ya nos llama con su hato de sílabas
Ya su mímica vale la vida
Ya la vida vale su música
Ya sus gritos de gran ópera
sacuden los árboles del silencio

V
Oigo su voz sin nido todavía en la laringe armónica
Y tu madre se mete en la cocina
para inventar pasteles
Dios firme la paz sobre nuestras cabezas
y tú que no eres sino un relámpago
un relámpago en mis brazos
yerba humana crecida en el alba de oro
y viceversa alba de oro
crecida en la yerba humana
me has vuelto al reino invencible
de inocencia y bondad

VI
Ella es la piel de mi alma
como su madre es la carne
Toda ella es mía y ella es mi mitad
La otra mitad es de cosa mía
Entonces tiene que vivir
Estrella de pelo dorado
Pitiminí del universo
Luz de todas mis letanías
y de todas mis metáforas

Carlos Edmundo de Ory


















Variación sobre un viejo tema

Eres ventana / niña / o sólo rosaleda
¡eres! y juegas en los arenales del tálamo
con añicos de júbilo / desnuda
y transparente en el crepúsculo
dejando adrede tus joyas en el anaquel
Ya no danzas más encendiendo tus brazos
ante tu espectador privado vigilante
Una columna de llamas en crescendo
se derrumba en onda luminosa y titila
como bujía que languidece y no se apaga

La noche nos convence al fin de comenzar
las caricias entrambos tras el trance candente
Algo ha ocurrido bajo el cambio de luces
También yo me moví con magistral misterio
hasta acercarme al centro del jardín
Lo arcaico de esta noble realidad
de este abismo dorado de abejas
Deberían venir a consultarnos sobre
cosas inverosímiles que ocurren aquí dentro
del precioso canasto de noche
doblemente repleto de besos y de grillos
extraordinariamente niquelado por la luna

Empecé a contar tus pestañas
matemáticamente absorbido en tu cara
amarillo de espíritu sin tocar tu quietud
toda la madrugada casi místico así
meditando el arcano de unos párpados puros
largo rato aún sin moverme hasta que
acudí lentamente a las rampas carnales
y comprendí el paisaje de una espalda
Oh ninfa tu belleza es un murmullo increíble

Ya toco el gran algodón / te toco
a sabiendas cámara de ternura
máquina santa de sangre y cabellera
regia muñeca viva impecable función
Ahora cierro los ojos para honrar los crujidos
y ver la oscuridad poblada de palomas
en un continuo nimbo las frentes y los pies
Bien hago en ser lealmente lento conmigo mismo
mientras lleno de hojas o caricias tu cuerpo
y retorno a tu cara solitaria de silencio
atroz también tus manos tienen enorme paz

Soy un viento mirándote dormir
bajo la disciplina de la felicidad
Entré en el terciopelo y frecuenté la urdimbre
y visité la fábrica salvaje de la miel
viviendo una experiencia de mutismo binario
atravesando largos corredores violetas
Y la respiración de colores / el sueño
con su casa sin puertas es una antigua casa
Azul muralla de cristal / regia muñeca viva
mojada de licor en esta noche egipcia.

Carlos Edmundo de Ory














Serenata

Verdad que la mujer tiene siempre deseos
¡Oh rito infranqueable la mujer tiene brazos!
Con frecuencia la miro deseando comprenderla
cuando zumba el ataúd diurno del amor.

La corriente de sed se aplaca en sus dos pechos
La mujer con su costra de silencio se embarca
en una triste y lenta marejada de olvido
La noche es otra tumba que en su ser se coloca.

Con frecuencia la miro con frecuencia la toco
y sus ropas de llanto me despiertan la muerte
Y sus ropas de tela y sus telas de almíbar
me despiertan la vida me despiertan y duermen.

¡Oh cortina furiosa constante y enemiga!
No puedes ya volar sin un temblor debajo
Quiero apretar tus dedos melosos y algo turbios
Quiero besar sus besos y quiero estar tus noches.

Nos separa una vida de color del desierto
Nos espera una historia de sollozos y gozos
Ya me ves ya me oyes nos estamos amando
Nunca están separados los lejanos lejanos.

Los lejanos se encuentran y tus grandes suspiros
lloverán como ampos azules sobre el polvo
Odio los besos dados odio el ancla en los cuerpos
Porque espero la boca repitiendo tus labios.

Pero te veo plena de lujos misteriosos
Te cubre a ti una negra y transparente nube
No miras a esta clase de seres más que lejos
Mientras sola debates tu pálida locura.

Verdad que la mujer tiene siempre deseos
Mentira que me quieres oh reina de la dicha
Oh reina de la dicha oh misérrima madre
Oh misérrima dicha oh desolado imperio.

Carlos Edmundo de Ory















Olor de amor

Hueles de una manera diferente.
Amar es una forma de olor. El cuerpo impone
su presencia de aroma que subleva
esa selva, ese bosque
que somos.
No te veo.
No llego a tu contacto. Llegan flores
raras, deshechas, invisibles.
Certidumbre de ti en medio de la noche.

Un salvaje rosal es tu olor. Una
paloma es, y su vuelo recorre
hasta mí el aire. Una
profunda cabellera esparcida en el borde
de mi memoria.

Tu enredado aroma
entre mis dedos algo tuyo esconde.
Hasta mi llegas cada día hecha
olor enmarañado de azucenas y áloes.

Trasminas existencias. Te declaras
realidad amorosa que responde
a mi busca. Llamada
que su contestación en mi recoge.

Rastro exhalado, huella
reconocible, evanescente torre
de olorosa verdad. Humano aroma
de mujer junto al hombre.

Amar es una forma de olor. Llegas
fragante. Llego. Nos acoge
la onda que huele a vida enamorada,
a claveles que en dos bocas se rompen.

Carlos Edmundo de Ory















Oda a una extraña muchacha

No huyas bajo álamos caricia inmantenida
No asumas en el aire tu incendio engacelado
No olvides o no huyas del imán de mi cuerpo
Hay un país que baja de tu voz somniforme
Hay un brillo de espadas en tus ojos topacios.

No sabes que te quiero mucho
que dentro de mi imberbe corazón te has movido
rápida voz extraña de muchacha rapaz
Líquenes de esperanza navegan por tu manto
Has abierto una ropa con silueta de loto
No sabes que te adoro con inocentes señas.

Responde común luz o escúchame mujer
dentro de mis espejos de belleza y deseo
Te has dormido inaudita sobre mi espalda muda
dulce dulcísima cara de criatura
y de sutiles pasos navegante.

Te quiero pero no huyas
No quites el tiempo de tu rodilla
No te turbes en lecho de infinito relumbre
Habla debes venir a decirme en qué piensas

La mujer se evapora con los labios cerrados
La mujer cuando ama es un vuelo en un sueño
No dejes en mis manos el gamo de tu sombra
Ama como era antaño la fuente de tus penas.

Carlos Edmundo de Ory















Los amantes

Como estatuas de lluvia con los nervios azules
secretos en sus leyes de llaves que abren túneles
sucios de fuego y de cansancio reyes
han guardado sus gritos ya no más

Cada uno en el otro engacelados
de noches tiernas en atroz gimnasio
viven actos de baile horizontal
no caminan de noche ya no más

Se rigen de deseo y no se hablan
y no se escriben cartas nada dicen
juntos se alejan y huyen juntos juntos

Ojos y pies dos cuerpos negros llagan
fosforescentes olas animales
se ponen a dormir y ya no más.

Carlos Edmundo de Ory
















Liras

Lo delicado bala
continuamente dulce sin sentido
con la expresión de ala
por los aires metido
bala lo delicado del olvido

Ya se hace nube o ave
ya lía en el vacío su lamento
describiendo una suave
línea de movimiento
la oveja vieja maniata al viento

Un órgano celeste
en el silencio reina sin medida
un cielo chico es este
pabellón sin salida
donde laten las sombras de la vida

El inefable asilo
de la nada reprime la hermosura
que depende de un hilo
de la inmortal costura
para un vestido que tan poco dura

La fuelle luz opresa
de los dos ojos diurnos juega sola
los ojos en la mesa
blanquísima de la ola
del día que en sus párpados inmola

Crece una llama lenta
un prodigioso nombre débil cunde
y el eco se frecuenta
horrísono y se funde
en la llama que crece y que se hunde

Oh la ilusión el halo
divino de las cosas el humoso
cansancio el triste y malo
sueño furtivo el poso
lento que deja el peso del reposo

Madrid, 1945

Carlos Edmundo de Ory