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jueves, 8 de julio de 2010

María Victoria Atencia García

MARÍA VICTORIA ATENCIA GARCÍA nació en Málaga el 28 de noviembre de 1931 de 1931, en el nº 1 de la Calle del Ángel. Desde su casa de los Montes, donde la ciudad comenzaba a adentrarse en el campo, bajaba diariamente al Colegio de la Asunción ("Santa Clara"), para comenzar unos estudios que luego proseguirá en el Colegio de la Sagrada Familia.

En los años de la difícil posguerra y en una Málaga sin universidad, no se llevaba que las mujeres pretendiesen cualquier titulación superior a una "cultura general", así que Mría Victoria cuando deja el colegio, cursa cuatro años de piano y armonía en el Conservatorio Superior de Música. Del Colegio del Monte le quedará su gusto por la pintura, que caracterizará luego su poesía, y su sentido del color y de la composición y una serena y reflexionada formación religiosa a la que se ha acogido siempre.

A los diecinueve años conoce a Rafael León con quien se casa cinco años más tarde. Rafael, siempre su perseverante y cuidadoso editor, le sugiere que se entregue de lleno a la poesía.. De su matrimonio le nacen cuatro hijos, Rafael, Victoria, Álvaro y Eugenia.

Inicialmente María Victoria se da, como por juego, a unos borradores que repiten el aire de lo popular y más tarde -quizás por influencia de la poesía arabigoandaluza en las traducciones en prosa de Emilio García Gómez, o del Rabindranath Tagore traducido por Zenobia Camprubí- va escribiendo unos apuntes para un posterior desarrollo, pero que un día de 1953 Rafael se lleva a la imprenta y le devuelve en el cuaderno “Tierra mojada”.

La poesía de María Victoria comienza propiamente con un soneto, "Sazón". Por el mismo tiempo va escribiendo otros poemas, libres ya de ese rigor de metro y rima y en los que el endecasílabo se alterna con el alejandrino y el verso libre. Con esos poemas, y con los cuatro sonetos, se configura Arte y parte, que ve la luz en "Adonais" (1961).

En 1971 obtiene el título de piloto de aviación (ejercicio al que renunciará tras el sucesivo fallecimiento de sus padres por diversas causas pero en un corto espacio de tiempo), aunque sin abandonar su pasión por la alturas, que queda reflejada en su obra.

Por 1973 entrará María Victoria en un periodo de silencio que ni la crítica ni ella han justificado suficientemente: se ha dicho que el desconcierto por la pérdida de sus padres, con lo que la muerte deja de verse como un asunto remoto, pero probablemente ello se limitó a apartarla del ejercicio de volar; el rechazo (general entre los poetas andaluces) a la "poesía social" que entonces cunde; un mayor quehacer doméstico.

El silencio cesa al fin cuando la autora temió una rotura en su orden doméstico cotidiano. Tenía algo que decir, y ya por entonces había intentado expresar su dolor por la muerte en accidente de un piloto de su escuela de vuelo. Tenía, pues, también, un modo de decirlo: su poesía. Surge así “Marta & María”, y surge la nueva María Victoria que escribe hasta nuestros días libros como “Los sueños” (1976), “ El mundo de M.V.,” (1978) “Eclesiastés. El coleccionista” (1979), “De la llama en que arde” (1988),” La señal” (1990), “La intrusa” (1992), “Los niños” (2000) o “ El hueco” en el año 2003.

Atencia ha obtenido numerosas distinciones entre las que se destacan: «Premio Andalucía de la Crítica 1998», «Premio Nacional de la Crítica 1998», «Premio Luis de Góngora de la Letras Andaluzas», «Medalla de Oro de la Provincia de Málaga» e «Hija predilecta de Andalucía». También es Académica numeraria de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo, de Málaga; académica correspondiente de las Reales Academias de Cádiz, Córdoba, Sevilla y San Fernandoasí como de la "Honorary Associate of The Hispanic Society of America" de Nueva York.


Información obtenida de poetasandaluces.com

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Amor

Cuando todo se aquieta
en el silencio, vuelvo
al borde de la cuna
en que mi niño duerme
con ojos tan cerrados
que apenas si podría
entrar hasta su sueño
la moneda de un ángel.

Dejados al abrigo
de su ternura asoman
por la colcha en desorden,
muy cerca de sus manos,
los juguetes que tuvo
junto a sí todo el día,
ensayando un afecto
al que ya soy extraña.

Quien a mí estuvo unido
como carne en mi carne,
un poco más se aparta
cada instante que vive;
pero esa es mi tristeza
y mi alegría un tiempo,
porque se cierra el círculo
y él camina al amor.

María Victoria Atencia




Epitafio para una muchacha

Porque te fue negado el tiempo de la dicha
tu corazón descansa tan ajeno a las rosas.
Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico
y la tierra no supo lo firme de tu paso.

Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente
-tal se entierra a un vencido al final del combate-,
donde el agua en noviembre calará tu ternura
y el ladrido de un perro tenga voz de presagio.

Quieta tu vida toda al tacto de la muerte,
que a las semillas puede y cercena los brotes,
te quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca
sabrás el estallido floral de primavera.

María Victoria Atencia



Godiva en blue jeans

Cuando sobrepasemos la raya que separa
la tarde de la noche, pondremos un caballo
a la puerta del sueño y, tal Lady Godiva,
puesto que así lo quieres, pasearé mi cuerpo
-los postigos cerrados- por la ciudad en vela...

No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso.
Sólo lo cierto cuenta.
Saldré de pantalón vaquero (hacia las nueve
de la mañana), blusa del "Long Play" y el cesto
de esparto de Guadix (aunque me araña a veces
las rodillas). Y luego, de vuelta del mercado,
repartiré en la casa amor y pan y fruta.

María Victoria Atencia



Llegué cuando una luz muriente declinaba...

Llegué cuando una luz muriente declinaba.
Emprendieron el vuelo los flamencos dejando
el lugar en su roja belleza insostenible.
Luego expuse mi cuerpo al aire. Descendía
hasta la orilla un suelo de dragones dormidos
entre plantas que crecen por mi recuerdo sólo.

Levanté con los dedos el cristal de las aguas,
contemplé su silencio y me adentré en mí misma.

María Victoria Atencia



Los sábados

Los sábados teníamos de par en par los ojos
enseñando las luces doradas del domingo,
mientras iban las horas resbalando su carga
de ilusión en nosotras.

Sentadas en pupitres, en filas o en recreos,
pensábamos el día perfecto cada una
con un sol, sus películas y su adiós en la calle
al niño que llevaba nuestro nombre en su frente.

Volar era la clave escrita en nuestro ánimo.
Soñábamos con puertas y con la interminable
escalera que parte el monte en dos mitades,
donde un coche esperaba nuestra vuelta más rápida,
llevándose un viaje de alegría hacia el centro.

Mas pasaba el domingo, y con él los proyectos
de toda una semana extrañamente larga;
y el resultado era arrastrar la nostalgia
seis días como puños.

María Victoria Atencia



Mar

Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas:
comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas.
Rozaría una jábega con descolgar los brazos
y su red tendería del palo de mesana
de este lecho flotante entre ataúd y tina.
Cuando cierro los ojos se me cubren de escamas.

Cuando cierro los ojos, el viento del Estrecho
pone olor de Guinea en la ropa mojada,
pone sal en un cesto de flores y racimos
de uvas verdes y negras encima de mi almohada,
pone henchido el insomnio, y en un larguero entonces
me siento con mi sueño a ver pasar el agua.

María Victoria Atencia



Marta y María

Una cosa, amor mío, me será imprescindible
para estar reclinada a tu vera en el suelo:
que mis ojos te miren y tu gracia me llene;
que tu mirada colme mi pecho de ternura
y enajenada toda no encuentre otro motivo
de muerte que tu ausencia.

Mas qué será de mí cuando tú te me vayas.
De poco o nada sirven, fuera de tus razones,
la casa y sus quehaceres, la cocina y el huerto.
Eres todo mi ocio:
qué importa que mi hermana o los demás murmuren,
si en mi defensa sales, ya que sólo amor cuenta.

María Victoria Atencia



Muchacha

Llevas un vaso lleno de transparencias
entre inquietas manos y escurridizos dedos.

Puedes cantar el cielo, el amor, las estrellas:
todo nacerá nuevo de tus labios hermosos.

Descubrirás en sueños la vida que te acosa
tan dulcemente mansa y le sonreirás.

Despertarás el día menos pensado entre
un mayo y un setiembre y moverá el asombro
el filo de tu enagua.

Revolverás entonces de un desconcierto grande
el mundo que te llena; una luz saltará,
en caños, por tus ojos.

Y seguirá la fuente el curso de tu cuello
mientras pájaros haya en vuelo por tus venas
y palabras diciendo del amor en tu boca.

María Victoria Atencia



Muñeca rota

¡Qué me intenta decir tu deterioro? Vente,
muñeca frágil y doliente y herida,
sin faldones que cubran tu cuerpo descompuesto,
sin un alma mecánica que te cubra, desastre
de los años y el trato.
No me aparté de ti; nos apartaron
convenciones y usos: no era propio quererte,
y hoy pienso que otras manos te han mecido en exceso.

María Victoria Atencia



No llamaré a tus puertas, aldaba de noviembre...

No llamaré a tus puertas, aldaba de noviembre:
el árbol de las venas bajo mi piel se pudre
y una astilla de palo el corazón me horada.
Porque tú no estás, Blanca, tu costurero antiguo
se olvida de los tules, y el Niño de Pasión
va llenando de llanto el cristal de La Granja.

Tiene el regazo frío tu silla de caoba,
tiene el mármol tu quieta dulzura persistida
y bajo tu mirada una paloma tiembla.
Perdidamente humana pude sentirme un día,
pero un mundo de sombras desvaídas me llama
y a un sueño interminable tu cama me convoca.

María Victoria Atencia


Sazón

Ya está todo en sazón. Me siento hecha,
me conozco mujer y clavo al suelo
profunda la raíz, y tiendo en vuelo
la rama, cierta en ti, de su cosecha.

¡Cómo crece la rama y qué derecha!
Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo
de vivir y vivir: tender al cielo,
erguida en vertical, como la flecha

que se lanza a la nube. Tan erguida
que tu voz se ha aprendido la destreza
de abrirla sonriente y florecida.

Me remueve tu voz. Por ella siento
que la rama combada se endereza
y el fruto de mi voz se crece al viento.

María Victoria Atencia


Ternura

Quizás no sea ternura la palabra precisa
para este cierto modo compartido
de quedar en silencio ante lo bello exacto,
o de hablar yo muy poco y ser tú la belleza
misma, su emblema, aunque tan próxima y latiendo.
Y es también un destino unánime que vuelvan
a idéntico silencio -cuando llegue la hora
de la tregua indecible- mi palabra y tu zarpa.

María Victoria Atencia



Venda

De un espeso tejido me rodea tu mundo
por todos los contornos.
Me abarcas como un pecho abierto a la ternura,
como una gran maroma que en surcos se me clava.

Has llegado a cubrirme, definitivo pájaro,
a decirme la vida a tu propia manera,
al modo más hermoso de vuelo sin tropiezo
abrazando la nube.

Podrías no contarme por uno de los tuyos,
y sin embargo sueles apretarme la sangre
llenándome los ojos de un agua sin salida
descolgada en sus fuentes.

En sombra de tus pliegues se encarna la ternura,
tal a una mano abierta que lo abarcara todo,
y olvida nomeolvides en lugares ocultos
de preciosos recuerdos.

Callada te delatas, Echada por mi frente
dejas correr el tiempo, como si fueras niña
que inaugurara sueños en la siesta más tenue
de un setiembre cualquiera.

A tientas yo te canto, erguida compañera
de la noche en lo oscuro, sintiéndome por labios,
por ojos y por dedos tu inundación callada
que de arriba descienden.

María Victoria Atencia



Victoria

Estaba abierto el cielo y mi hijo en mis brazos,
tan indefenso y tibio y aterido y fragante
que lo sentí una obra sólo mía, victoria
de un cuerpo paso a paso ofrecido a su cuerpo.
Lo envolví con mi aliento y él tuvo el soplo tibio
en el que una paloma se sostenía en vuelo.

María Victoria Atencia

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